Pat Sierra

La vida

Deprimida en la Peluquería

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Se imaginan subiendo a un taxi, indicándole al chofer: -A Corrientes y Florida por favor- y el les contesta, no, la llevo a Cabildo y Juramento.

O se sientan en un restaurante, piden milanesas con papas fritas a caballo, y el mozo le dice: -Usted se va a comer un plato de locro-.

Eso es una peluquería, un lugar donde lo que pedís no le importa a nadie, porque el peluquero termina haciendo lo que se le da la gana, por esa razón cuando salís, buscás un espejo para ponerte el pelo como a vos te gusta… entonces… ¿para qué fuiste?

La peluquería es un lugar para desconfiar, porque todo te lo hacen a tus espaldas. Es curioso, engordás, te deprimís, te sentís una piltrafa y en vez de fugarte con Brad Pitt que es lo que deberíamos hacer todas, te vas a la peluquería y le decís al peluquero: “Quiero un cambio de imagen radical”.

La peluquería que yo voy, es la top del momento, cuando pago me lo dejan bien en claro, pero los profesionales, poco tienen que ver con el status y los precios, días pasados, me presentan a Michelle (es un hombre no una mujer) que me va a lavar mi cabeza. Me llevan adonde están las piletas, me sientan en un sillón tan confortable, que juro que hubiera dicho: “dejen, no me hagan nada, pago por haberme sentado acá”. Apenas Michelle me moja el cabello me dice en su tonito más afeminado:

-Deberías ponerte una ampolla, porque la tintura te está destruyendo el pelo.-

¿Es estúpido o se hace? ¿No se le ocurrió pensar que las canas que tengo no son producto de la tintura, sino que es una consecuencia de negarme a ella?

Yo soy una de esas mujeres de la prehistoria que todavía se niegan a teñirse, y que solo van a la peluquería a cortarse el pelo, no porque me parezca mal que la gente se tiña, simplemente, no quiero internarme todos los meses en la peluquería y una vez que empezás, te hacen clientes de por vida y no te la sacás de encima hasta que estés adentro de un cajón.

Pero a pesar de que me resisto, sé que en algún momento voy a tener que relajarme y entregarme a la tintura, así que observo a mis colegas de salón, para espiar como va a ser mi futuro.

De repente una mujer que entró en la peluquería normal, la ves sentada convertida en un adefesio, con un babero, embadurnada con chorros de tintura resbalándose lentamente por la cara y cuello, la cabeza envuelta con papel de aluminio y oliendo a huevo podrido. A esta altura, yo, sentadita al lado, esperando que simplemente me corten el pelo, me empecé a aterrorizar pensando que de esa mujer, iba a nacer un Alien desde sus tripas.

Y ahí llega el peluquero con un “Hola Divina”, vos ya sabés que es más falso que billete de tres pesos, pero la falsedad no te preocupa, lo que viene después te hace pensar. Chuick Chuick.

-¿Vos como estás?

Y la respuesta de el es:

-Con un dolor de muelas que me muero.-

Es momento de correr, pero la estupidez no te lo permite, y sabés que ese señor con un dolor de muelas que se muere, te va a destrozar la cabeza, porque nadie puede crear en ese estado.

No importa, el recibe dinero por cada cosa que te enchufa, así que empieza a sobarte el lomo.

-¿Qué rímel te ponés? ¡Tenés las pestañas divinas!-

Y una idiota que se lo cree encima contesta, “hoy no me pinté”, a lo que el, ni lerdo ni perezoso, te dice:

-Lástima que tengas el pelo tan opaco.-

Vos, que ya te aspiraste todo el amoníaco de la de al lado, no podés reaccionar y decís: ¿qué hago? Rápidamente sale como Flash Gordon, trae un tratamiento de colágeno de placenta de foca apareada en primavera y mostrándote un frasquito de porquería te dice:

-Esto te deja el pelo nuevo-

Y una, que está sin anteojos y no sabe que es, pregunta:

-¿Y cuánto me sale? Y el, completamente superado te dice

-Cincuenta pesos-

Y antes de que digas si o no, ya te lo puso en la cabeza ¡Cincuenta pesos!, ¡me hubiera cortado las pestañas para que me hiciera juego con el pelo opaco, así me salía más barato!

Después, está la obsesión de los peluqueros por hacerte mechas. Creo que las mujeres que tenemos la valentía de decirles no a las mechas, deberíamos nuclearnos, y formar una asociación, ya que es bastante difícil que una mujer que entre a una peluquería, no salga rubia con mechas, hasta las rubias salen aún más, porque les hacen mechas.

A veces vas a la peluquería con un recorte de una revista con una foto de Madonna, pidiendo ese corte con ese movimiento que tiene en las puntas. La verdad es que no querés el corte de pelo de Madonna, querés la cara de Madonna, el cuerpo de Madonna y la guita de Madonna, entonces el peluquero se tiene que ingeniárselas para explicarte de la manera más suave posible, que con eso que tenés, como mucho te pueden dejar como Betty la Fea.

Una vez que te cortaron el pelo, se viene el brushing, en ese momento, a mi peluquero se le da por hacerme confesiones de las señoras de la farándula que atiende, y juro que para él no hay una buena, todas son yeguas, ni quiero imaginarme que dirá de mí. Mientras habla, me quema la oreja con el secador, y por más que le digas, sigue concentrado hablando mal de todo el mundo.

Sigue con la planchita, pero baja la voz porque no hace el ruido del secador. Para ese momento, me enteré de un montón de intimidades de gente famosa que cree que confesarse con el peluquero, tiene la misma validez que el secreto de confesión, pero la verdad, no soy ponzoñosa, pero ya podría haber escrito más de un libro que pondría colorado a los chimenteros del espectáculo.

Acabó con mi cabeza y con mi billetera, y la verdad es que salí más deprimida, porque por el dolor de muelas me cortó espantoso, me puso un tratamiento que no quería, me llenó la cabeza de problemas ajenos, y dejé un montón de guita.

Volví a casa, esperando que alguien me de algo de aliento y me vea linda, entro y le digo a mi marido:

-¿Te gusta?

-¿Qué es lo que me tiene que gustar?

-El pelo-

-Ah, el pelo… ¿y en qué cambió? ¿Cómo lo usabas antes?

Y ahí con toda mi bronca le contesto:

-¡Era skin head! ¿No te habías dado cuenta? Y vos ¿Cómo usabas antes el pelo? Claro, al menos antes lo usabas.

Al final, tanto tiempo, plata y esfuerzo para nada, porque el… nunca se da cuenta. ¿Saben que voy a hacer la próxima vez que esté deprimida y me de ganas de meterme en una peluquería? Fugarme con Brad Pitt, a ver si de eso, se da cuenta mi marido.

FIN

Written by Pat Sierra

11 noviembre 2012 a 12:45

3 respuestas

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  1. […] Deprimida en la Peluquería […]

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  2. Me identifico totalmente, Patricia. Las peluquerías son lugares terroríficos. Está muy bien tu blog. Un saludo.

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    evavill

    13 junio 2014 at 10:25

  3. ¡totalmente cierto! No sé muy bien qué deben tener las peluquerías o los peluqueros… quizás incluso somos nosotras las que causamos el nacimiento de su inspiración y les animamos tanto a cortar que terminan haciendo lo que les da la gana. Identificada 100%

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    Cumplir20

    14 enero 2015 at 15:16


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